¿Qué hacer con las Emociones? Déjate sentirlas
En muchos pacientes veo que las estrategias que han utilizado para dejar de sentir las emociones o “controlarlas” más bien les dan resultados opuestos a lo que quieren. La solución es hacer las paces con ellas.
Cuando era niño y por alguna razón me enojaba, ¡qué niño no se enoja!- mis padres me decían que no debía de hacerlo. Irónicamente yo veía las caras de enojo con las que me lo decían. Ellos se enojaban mucho, cada uno por distintas razones. En mi mente infantil no entendía por qué si yo a veces me sentía así, no “tenía el derecho” de enojarme. Parecía que querían tener el monopolio del enojo. Con el tiempo aprendí a sentir culpa por sentir este tipo de emociones y comencé, sin saberlo, a suprimirlas. Junto con otras circunstancias, esto hizo que a partir de entonces empezara a “vivir en mi cabeza”, por cierto una forma segura de insatisfacción con la vida.
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¿Emociones yo?
Fue hasta que llegué a un proceso de terapia por primera vez que poco a poco empecé a dejarme sentir eso que había guardado por tanto tiempo y que había aprendido inconscientemente que no “estaba bien” sentir. Empecé a conocer y reconocer mis emociones. Parecería algo “evidente” para muchos, pero cuando uno aprende a suprimirlas desde pequeño, el día que sientes emociones muy intensas, como la ira, desesperación o frustración, puede uno sentirse muy incómodo y creer que no “deberías” de estar sintiendo eso que sientes.
Sé lo que es vivir esto y por eso resueno con los consultantes que llegan a sesión conmigo sintiéndose culpables o hasta “defectuosos” por sentir lo que sienten. Además hay mucho miedo escondido, pues al aprender a vivir “desde la cabeza”, es muy común desarrollar una tendencia a querer controlar todo. Justamente las emociones intensas son una amenaza para ese control. Una forma de evitar sentirlas es buscar “estrategias” para su vida.
He escuchado de todo: “Siento cosas feas”, “Siento tal cosa y no debería ser así”, “He estado sintiendo cosas abominables”, etc. Cuando indago un poco más me doy cuenta que esas cosas feas, horribles y abominables son simplemente lo que llamamos emociones negativas, sin embargo a algunas personas les cuesta muchísimo trabajo el solo hecho de mencionarlas, como si fuera algo prohibido.
Son emociones que si has vivido tratando de suprimir y hacer a un lado lo que sientes, definitivamente pueden asustarte el día que las sientes. Sobre todo si aprendiste a “hacer lo correcto” y a vivir “como debe ser” pues aprendimos que ese tipo de personas “no se enojan”, “ni sienten cosas feas”. Sí, sé que no es de lo más agradable sentir angustia, rabia, dolor, envidia o incomodidad, pero siempre y cuando no se desborden de forma patológica y te lleven a dañarte a ti o a otros, es completamente normal y de humanos sentirlas de acuerdo a lo que vivimos. El espectro de emociones humanas es bastante amplio.
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Las emociones son cambiantes
Alguien que aprendió a suprimir sus emociones comúnmente tiene dificultad para reconocer qué es lo que siente y también para reconocer qué sienten los demás. Es decir la empatía generalmente no es su mayor virtud. Tienden a percibir lo que sienten como un “defecto” del cual creen que es posible deshacerse, ya sea con mucha fuerza de voluntad, controlándose mucho o creen que en una sesión de terapia les extirparemos esos defectos. Te doy algunos ejemplos. Después de hacer ejercicios de hipnosis y de otras técnicas que utilizo, mis consultantes terminan sintiéndose mucho más tranquilos y en paz.
El sistema límbico de su cerebro recibe nuevas señales desde su Corteza Prefrontal, concretamente de la Orbitofrontal y Ventrolateral, que les permite en muchos casos experimentar sensaciones nuevas, pues están activando por sí mismos y sin fármacos partes de su sistema nervioso que promueven estados de mayor calma, ecuanimidad y tranquilidad, reduce la tensión arterial, libera oxitocina e incluso puede llegar a modificar la expresión genética.
Si has vivido tratando de controlar o suprimir lo que sientes, estos estados pueden vivirse como un éxtasis del cuál uno no quisiera salir nunca, aferrándose a ellos. Pero la vida es dinámica y de un momento a otro ya cambiamos. Nuestro sistema nervioso no es estático y cambia de acuerdo a lo que estamos viviendo en el momento. Por eso entiendo muy bien que estos consultantes cuando nos vemos la siguiente sesión me dicen que sienten cierta frustración porque alguna emoción que no les gusta apareció por ahí en la semana.
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Por ejemplo un joven me dijo que “mi ejercicio” no funcionaba muy bien pues salió muy en paz y optimista de la sesión, pero dos días después tuvo una discusión con su novia que lo sacó de la tranquilidad y felicidad que sentía. Una vez una joven mamá me dijo en la primera sesión que venía para nunca más sentir “cosas feas”, que después describió como envidia y enojo. Una chica me dijo que después de su primer sesión conmigo se sintió alegre después de meses de no sentirse así, pero al día siguiente discutió con su papá y le “echó a perder” su alegría, me dijo en su siguiente sesión.
Las emociones vienen y van así como las olas de la vida. No podemos evitarlas, pero sí podemos aprender a surfearlas.
Pelearse con las emociones no es la solución
Cuando crecemos creyendo que no está bien sentir emociones negativas, que sentirse bien tooooodo el tiempo es a lo que hay que aspirar para ser “buenas” personas, creemos que es posible “extirpar” esas emociones de nuestro ser. La cosa es que la terapia no extirpa ni suprime emociones, pues intentar suprimirlas o pelearse con ellas tiene el efecto contrario: hace que duren más.
A lo que te resistes persiste
Suprimir las emociones es un error, pues como dice Marc Brackett, fundador del Centro de Inteligencia Emocional de la Universidad de Yale, nuestras emociones son claves que nos indican cómo estamos experimentando el mundo, nos ayudan a tomar decisiones, a construir relaciones interpersonales, seguir nuestros sueños y a cultivar nuestro bienestar. Las emociones además son parte de nuestra neurobiología, de nuestra esencia humana, y a menos que inhabilitemos ciertas regiones cerebrales, estarán presentes hasta el último día de nuestra vida.
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Hacer las paces con las emociones
En estos casos a través de la terapia acompaño a las personas a encontrar formas más saludables de regular sus emociones, algo que puede cambiar el curso de sus vidas, pues en muchos casos las estrategias que han utilizado para intentar dejar de sentirlas o “controlarlas” más bien les dan resultados opuestos a lo que quieren. Por ejemplo, imagina cómo sería el camino de muchas personas que comenzaron a consumir alcohol y otras sustancias para intentar dejar de sentir lo que sentían si hubieran aprendido a navegar saludablemente sus emociones desde temprana edad.
Por eso y para hacer las paces con las emociones primero hay que aceptarlas y permitirse sentirlas, por “horribles” que les parezcan, aprender a reconocerlas y ponerles nombre, el primer paso del mindfulness o conciencia plena. Este es un gran paso, pues al hacerlo se activa la corteza prefrontal ventrolateral, un área de tu cerebro que comienza a calmar al sistema límbico o lo que algunos llaman el cerebro emocional.
Esto no quiere decir que la emoción desaparece inmediatamente, pero sí va bajando su intensidad poco a poco. Permitiendo entonces que un mayor flujo de sangre y oxígeno llegue hacia las áreas del cerebro que toman decisiones más adecuadas y al mismo tiempo nos abre oportunidades para comprender mejor lo que está debajo de cada emoción. Por ejemplo debajo de la envidia está el deseo de tener lo que alguien más tiene.
“Nómbrala para domarla”
Dan Siegel
Adiós al analfabetismo emocional
Según estudios de Brackett y colaboradores 1, el manejo saludable de las emociones es un factor predictivo de mejor salud mental, menores niveles de ansiedad y depresión, menor desgaste laboral, tendencia a tomar decisiones de vida más adecuadas, tendencia a tener mejores relaciones interpersonales, un mejor desempeño académico y en el lugar de trabajo.
Con todos estos beneficios uno se preguntaría por qué vivimos en lo que me gusta llamar, sociedades emocionalmente analfabetas, en las que aprendemos cosas en la escuela que difícilmente usamos en la vida práctica, pero no aprendemos lo más básico de nuestra neurobiología humana. ¿Cuántos conflictos personales, familiares, organizacionales y sociales no se evitarían si tuviéramos mayor inteligencia emocional?, ¿Qué tan diferente sería el mundo si nos enseñaran habilidades emocionales desde que estamos pequeñitos en la escuela como algo natural? No sería color de rosa, pero sí creo que sería un mundo mucho mejor.
Por experiencia propia puedo decirte que hacer las paces con tus emociones SÍ puede cambiar tu mundo. Todo comienza haciendo clik en este botón.
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Referencias:
1.- Brackett, M.A., Rivers, S.E., Bertoli, M.C. & Salovey, P. (2016). Emotional Intelligence. En L. Barret, M. Lewis & J.M. Haviland-Jones (Eds.), Handbook of Emotions, 513-531.