¿Para qué ir a terapia? Beneficios en tu cuerpo y mente
A pesar de ser muy común, leo y escucho a muchas personas preguntar para qué ir a terapia y platicar sus cosas con un perfecto desconocido, desconocida. ¿Qué ganan? Pues depende del tipo de terapia que sea, puedo decir que mucho.
Aun cuando en la era de información ésta abunda, existe también muchísima desinformación. Esto afecta a todos los ámbitos y el de la terapia no es la excepción. Puedo comprender por qué tantas personas que nunca han ido a terapia tienen cierta desconfianza hacia un proceso en el que se sientan frente a un perfecto desconocido o desconocida a contarle sus “cosas”, problemas, preocupaciones, etc. una vez a la semana o cada mes. ¿Qué ganan?
La respuesta es: Muuuucho, pues la terapia es muy útil, tanto para simplemente desahogarnos de las presiones de la vida pero también para:
1.- Tener una nueva mirada a nuestra situación, las cosas no se ven igual desde el túnel que desde afuera, ¿verdad?
2.- Realizar cambios de ciertos comportamientos.
3.- Profundizar en nuestro autoconocimiento.
4.- Tener un guía que nos acompañe a atravesar las experiencias más personales y dolorosas (sanar).
5.- Salir de la depresión y ansiedad.
6.- Encontrar nuevas herramientas para afrontar las adversidades.
7.- Superar pérdidas de todo tipo (negocio, trabajo, pareja, seres queridos, sentido, etc.)
8.- Despertar nuestras potencialidades.
9.- Sanar y mejorar nuestras relaciones interpersonales.
10.- Encontrar nuevos sentidos a nuestra vida.
11.- Conectar más armónicamente con nosotros mismos y con los demás.
Entre muuuuchas cosas más.
También hay mitos
Aun cuando los resultados pueden variar de una corriente de psicoterapia a otra, y de un terapeuta a otro, lo cierto es que para muchas personas la terapia tiene un halo de “misterio”. Muchas personas y conocidos me han preguntado: “Bueno, ¿y qué es lo que pasa en la terapia, cómo es que me funcionaría a mí si no estoy loco/loca?” ¡Ups!
¿Cómo es que me funcionaría la terapia a mí si no estoy loco/loca?”
Este es un clásico mito acerca de la terapia. ¿Por qué? ¡Uy!, creo que por muchas razones. Una de ellas es que muchas personas nos creen doctores que diagnosticamos y recetamos fármacos para enfermedades. Para nada, ni un psicólogo ni un psicoterapeuta puede recetar fármacos, a menos que sea médico, o sea Psiquiatra. Y es justamente esa percepción de “estar enfermo” la que en muchos casos puede alejar a las personas de la terapia. A pocas personas les gusta recibir un diagnóstico de enfermedad mental.
Otra de las razones por las que creo existe esta percepción errónea es que por muchísimo tiempo la psicología estuvo demasiado centrada en la Patología, o sea fijando la atención en lo negativo y lo que está “mal” del ser humano, dejando a un tanto de lado el bienestar y las fortalezas que varias corrientes en psicoterapia abordan. Después de todo, ¿A quién le gusta que le den un diagnóstico de “trastorno, desorden”? Por eso no me sorprende que en la sociedad esté tan permeada la idea de que la terapia es para “locos”, “enfermos” aunque esto no sea así.
¿Por qué funciona?
Bueno, regresando al punto central. Si no hay fármacos de por medio, ¿Qué es lo que hace que funcione la terapia? Hay muchas razones. La primera, la más elemental, tiene que ver con lo que pasa en una conversación. Cuando platicamos nuestras cosas con amigos o familiares, lo hacemos por muy diversas razones. Desde compartir cosas importantes con ellos, desahogarnos, hacer plática, recibir su punto de vista y en una de esas, un consejo o palabra de aliento que nos ayude a vislumbrar soluciones a según el caso. En muchas ocasiones recibimos eso que esperábamos de ellos. Sin embargo en muchas otras no.
Recuerdo a un amigo a quien cada que yo le contaba algo del trabajo o de mi vida en general, antes de que yo terminara me interrumpía y de una u otra forma terminaba hablando de su vida. Si yo tenía suerte y no me cambiaba el tema radicalmente, me decía lo que él hubiera hecho en mi lugar.
Te escucho
Por supuesto no esperaba de él las palabras más sabias del planeta. Lo que yo quería era lo que la mayoría de las personas queremos cuando platicamos con otros: Sentirnos escuchados, TOTALMENTE escuchados. Esto tiene un poder muuuuy importante y hasta sanador. Esto es un primer punto del por qué la terapia funciona. Incluso varios consultantes me han dicho en su momento, que soy la primera persona en mucho tiempo con quien se sienten escuchados o que nunca habían platicado así con alguien.
Pudiera parecer algo “sencillo”. A no ser que haya alguna discapacidad, todos podemos escuchar, sin embargo no todos pueden escuchar totalmente, como me dijo un maestro alguna vez: “Hay que escuchar con el corazón”.
La terapia es un proceso activo en el que los dos, consultante y terapeuta escuchan y hablan
Ojo, no quiere decir que el terapeuta solo va a escuchar, hace una pregunta y listo, como tristemente nos pintan en muchas películas y series. La terapia es un proceso activo en el que los dos, consultante y terapeuta escuchan y hablan, hacemos pausas para que el consultante se deje sentir eso que en la vida diaria no se había permitido sentir y que en esta era digital las personas cubren con conversaciones forzadas o viendo una pantalla. Se trata de una experiencia muy profunda y emocional, otra de las razones, si no es que la de mayor peso, por la que muchas personas evitan ir a terapia.
Lee aquí: ¿Qué hacer con las emociones? Déjate sentirlas
Neurociencia y terapia
Seguro te preguntarás: “¿En serio eso de sentirme escuchado es tan importante?”. Pues te cuento que las neurociencias nos confirman que efectivamente, el sentirnos totalmente escuchados en un entorno de respeto y empatía, como lo es un espacio de terapia, promueve que el cerebro salga del piloto automático y se encuentre más receptivo, o sea más abierto a encontrar soluciones que antes no veía.
Además el sentirnos acompañados y totalmente escuchados promueve la activación del circuito de recompensa en el cerebro, con lo que segrega dopamina, el neurotransmisor del placer y la motivación; incrementa el tono vagal = variabilidad frecuencia cardíaca, lo que nos hace sentir más conectados, expandidos, tranquilos y seguros; además de que también segrega oxitocina, la llamada hormona de la confianza y la conexión humana. Cuando tenemos mayores niveles de oxitocina pasa algo super interesante en nuestro cuerpo:
- Reduce la respuesta del estrés (cortisol)
- Reduce la respuesta cardiovascular al estrés (cuando sientes que te late rápido el corazón cuando está ansioso, ansiosa)
- Reduce la actividad de la amígdala (la que activa la respuesta de amenaza)
En resumen es un proceso que cambia nuestra fisiología, y al cambiar este estado cambia cómo nos sentimos, cómo pensamos y cómo conectamos con nosotros mismos y con los demás, cambia nuestra mirada hacia la vida. ¡Y vaya que esto hace falta cuando estamos viviendo alguna adversidad!
Dígame qué hacer
“Yo soy muy pro/ inteligente/fuerte/sabio o lo que la persona diga… ¡Para qué pagarle a alguien que me diga qué hacer!” Este es otro punto que he escuchado decir a muchas personas por las que no encuentran sentido ir a terapia pues sienten su autonomía amenazada. Y aunque hay ciertas corrientes de psicoterapia que efectivamente pueden ser directivas y le dicen a la gente qué tienen que hacer, hay muuuchas otras que no y en donde solo se dan instrucciones esporádicas, según el caso.
Ir a terapia no se trata de que nos digan qué hacer, aunque a veces en situaciones muy complicadas quisiéramos que nos dieran una hoja de instrucciones. No sirve de mucho que nos digan qué hacer pues así no crecemos, ni desarrollamos las habilidades que necesitamos para tomar mejores decisiones, para identificar nuestros puntos a mejorar y para tratarnos mejor.
Todos tenemos respuestas en nuestro interior, lo que pasa es que a veces también necesitamos alguien que nos acompañe a encontrar esas respuestas y eso es lo que hace una buena terapia:
Darle a la persona un mayor sentido de control sobre su propia vida y mucho más claridad del panorama para que pueda tomar mejores decisiones.
¿Por qué la gente busca terapia?
Hay muchas razones por las que las personas buscamos terapia en algún momento de la vida. A veces es más a fuerzas que por gusto, en otras van porque alguien más lleva a la persona, muchas veces es el mismo consultante quien va por su propio pie. He visto en mi caso y en el de muchos otros colegas dos constantes con distintas manifestaciones:
Desregulación
La primera es que muchas personas por su historia de vida o algún evento en la etapa adulta, tienen un sistema nervioso al que le cuesta trabajo regular su respuesta hacia el estrés, es decir necesitan aprender técnicas de autorregulación. El resultado que vemos debido a esto va desde: Ansiedad, arranques de ira, emociones desbordadas, armarse de palabras, pasando por todo tipo de adicciones y todo lo que implican, hasta lo más crudo de la sociedad: violencia y homicidios.
El enfoque de terapia como la que ofrezco no solo se trata de “hablar”, sino justamente involucra muchas experiencias somáticas, o sea del cuerpo, que pueden vivirse en estados amplificados de consciencia como los que se logran en la hipnosis ericksoniana. Así acompaño a la persona a sanar eso que quiere sanar, va aprendiendo y fortaleciendo las habilidades que necesita, además de desarrollar nuevos recursos que no pudo desarrollar desde su infancia para llevarse a sí misma a un estado de mayor calma y ecuanimidad en momentos de estrés y situaciones difíciles, sin tener que recurrir necesariamente a sustancias o comportamientos autodestructivos. Va aprendiendo a autorregularse de formas más saludables.
La Dolorosa Desconexión
La segunda es una sensación de desconexión, ya sea con ellos mismos, con los demás o con la vida, aun cuando tengan 2,000 amigos en Facebook y un círculo social amplio. Hay algo en nuestra cultura occidental en el que hemos ido perdiendo a lo largo del tiempo el sentido más básico que nos permitió evolucionar en lo que somos hoy día: el sentido de comunidad. La “Individualización” de la sociedad se ha visto acentuada por la era digital con redes sociales que lejos de fomentar conexiones “cara a cara” parecieran estar fomentando lo opuesto.
Para nada digo que hay que eliminar estas redes, son una herramienta que utilizadas con prudencia nos ayudan muchísimo. Lo que hay que hacer es buscar en lo posible ese tiempo para tener contacto visual con las personas así como también darnos el tiempo para buscar conexión con la naturaleza y sobre todo, con nosotros mismos. La desconexión que percibimos con los demás o incluso con nosotros mismos puede deberse también a nuestros tipos de apegos o de vinculación desarrollados durante nuestra infancia. Pues fue en esta etapa que a partir de las relaciones más cercanas que tuvimos, generalmente papá, mamá o quienes nos cuidaron, lo que dio rumbo a cómo nos relacionamos hoy con los demás. A eso se le llama tipo de apego, pudiendo ser de 2 tipos:
El primero es un tipo de apego seguro Podemos construir relaciones interpersonales saludables y enriquecedoras. O bien inseguro, en el que entrar en intimidad con los demás y confiar en otros puede costar trabajo, darnos ansiedad, incomodar e incluso doler. Por eso es importantísimo si quieres mejorar tus relaciones interpersonales, sanar tus tipos de apego. Todo esto nos ayudaría a sentirnos más conectados y podrían prevenirse muchas de las cosas no muy buenas que vemos en el mundo hoy día.
La sanación sucede en compañía
Como hemos confirmado en las últimas décadas con la ayuda de las neurociencias, el cerebro es un órgano extremadamente social y se recupera, sana y florece en compañía de otros cerebros armónicos. Por eso la terapia, ese proceso de ir a platicar nuestras cosas con un perfecto desconocido entrenado para eso en un entorno de empatía, apertura y aceptación funciona.
Si tu sientes que te haría bien tomar terapia contáctame llenando el formulario de abajo y con gusto agendamos una sesión. O si conoces a alguien que crees pudiera serle útil, compártele este artículo.
También te invito a ver la entrevista que me realizó el psicólogo Eduardo Valdivia para su plataforma Psiconetwork. En ella platico justamente lo que sobre lo que acabas de leer. Y hacia el final platico un poco de la principal herramienta psicoterapéutica que utilizo: la hipnosis ericksoniana. Puedes ver el video abajo del formulario.
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