Ojalá mis maestros lo hubieran sabido

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Mis maestros no tenían por qué haber sabido muchas cosas  que ahora nos han enseñado las neurociencias. Ojalá lo hubieran sabido, pero era otra época.

 

La voz de la maestra Conchita era dura y sonaba terrorífica llamando al azar, a algunos alumnos al frente para responder preguntas sobre “La Celestina”. Casi nadie salía bien parado. Su expresión dura y fría al decir: “Bien, tienes 2” cambiaba la atmósfera del salón. “¿Qué no me llame a mí por favor, que no me llame a mí”, me decía a mí mismo en voz baja mientras mi corazón y mi respiración se aceleraban. Ojalá Conchita hubiera sabido cómo funciona el cerebro de sus alumnos a esa edad y que su estrategia no favorecía el aprendizaje.

Hace poco leía un artículo de Lindsay Weedston en una página web. En ese artículo les preguntaban a adultos qué les hubiera gustado que sus maestros hubieran sabido cuando eran niños, niñas o adolescentes. No pude más que engancharme con el tema. Inmediatamente vinieron a mí muchos recuerdos.

 

¿Neuro qué?

La verdad es que, muy pocos, sino es que nadie hablaba de neurointegración, ni de neuroeducación en la época que yo cursé la primaria, secundaria y prepa. Así que cómo iban a saber algunos de mis maestros y los directivos que muchas estrategias que usaban lejos de favorecer en los alumnos el interés y la motivación para seguir aprendiendo, muchas veces causaba el efecto contrario: desalentar al alumno de algún tema o materia, o bien del estudio en general.

 


Cada fracaso, cada caída que vivimos, lejos de desalentarnos, nos indica que hay algo NUEVO para nosotros y esto  puede darnos un enorme placer: APRENDER

Milton H. Erickson


 

Me pregunto cuántas personas habrían estudiado otra cosa de no haber creído que eran “malas” o “tontas” para tal o cual materia o  cuántas de las que se quedaron en el camino sí hubieran terminado sus estudios de haberles hecho sentir que tenían las capacidades y el amor por aprender. Hay muchas cosas que determinan eso, no solo la escuela. Pero lo cierto es que si el entorno es favorable, ahí pueden sembrarse muchas semillas de esperanza, de resiliencia, de amor por aprender e inclusive, el orientarnos a nuestro propósito.

 

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Al aprender, nuestro organismo da prioridad a los estímulos que liberan neurotransmisores con mayor intensidad, ahí donde hay emoción, donde hay interés, el aprendizaje se da más fácilmente


 

Foto de Taylor Flowe en Unsplash

Cómo habrían de saber mis maestros, educados ellos mismos en otro paradigma, el gran placer que le da al cerebro humano aprender. Cómo habían de saber que los seres humanos tenemos muy diversos estilos de aprendizaje y que la memorización es solo uno de ellos. Que la mente de algunos de sus alumnos estaba en otro lado, pero no por flojos ni por divagar, sino porque la dinámica familiar difícil que vivían en casa no permitía que pudieran interesarse en otras cosas. Que para ellos la gramática y el cálculo mental pasaban a un segundo plano, ¡y con justa razón!, pues su sistema nervioso estaba en constante activación con todas las emociones atoradas por lo que estaban viviendo en casa.

 

Cómo habían de saber mis maestros que con sus comentarios o críticas podían lastimar la confianza de sus alumnos en sí mismos. Cómo habían de saber que esto provocaba que en sus cerebros se activara el sistema de amenaza, provocando la respuesta de estrés  y que cuando una persona está estresada la energía se canaliza para enfrentar o huir de la amenaza, pero NO para fijar conocimiento. Cómo habían de saber que la empatía y compasión calman esos estados y promueven  la apertura, la conexión humana y el aprendizaje

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Dopamina, dopamina, donde estás que no te veo

Cómo habrían de saber mis maestros que los estímulos novedosos y atractivos  activan un neurotransmisor que interviene en la motivación y entusiasmo: la dopamina y que además fija el conocimiento.

Que el aburrimiento se da por falta de dopamina, pero que en niveles adecuados fijan la atención y facilita memorizar la información. 

Que infundirle emociones positivas al proceso educativo promueve un aprendizaje más significativo. 

Mis maestros no tenían por qué haber sabido todo esto y muchas cosas más que nos han enseñado ahora las neurociencias. Ojalá lo hubieran sabido, pero era otra época.

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En su mayoría, ellos hicieron lo que pudieron y les agradezco profundamente lo que pudieron enseñarme y transmitirme. A ustedes quienes me enriquecieron compartiendo sus conocimientos y experiencias con sus muy particulares estilos durante todos los años de estudio:

 

Muchas gracias maestros

 

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Edgard Ramirez
Edgard Ramirez
Viajero de nacimiento, coach y psicoterapeuta especializado en hipnosis ericksoniana por elección. Te ofrezco herramientas para reinventarte desde ésta y las neurociencias, pues acelera el cambio y la resolución de problemas de mis clientes.

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