Neuroplasticidad: más allá de las diferencias del cerebro del hombre y la mujer
Hace ya más de 30 años que se publicó el libro de John Gray: “Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus”. En ese entonces las neurociencias no nos habían dado ni la mitad de la luz para entender mejor algunas diferencias entre los cerebros del hombre y la mujer. Sin embargo la neurocientífica Gina Rippon tiene una perspectiva más amplia que la del cerebro por género.
Qué nos hace diferentes a los hombres y a las mujeres ha sido una pregunta que lleva siglos en el aire. Desde visiones reduccionsitas, sexistas y hasta basadas en… opiniones de los grupos dominantes, han tratado de responder esa incógnita a lo largo de la historia de la humanidad. Es hasta apenas el siglo XX cuando de verdad comenzamos a tener una perspectiva con mayores bases científicas. Utilizando escáneres de Imagen por resonancia magnética funcional y SPECT entre otros, estudios realizados a individuos de ambos sexos han permitido a los científicos literalmente observar cientos de cerebros de hombres y mujeres realizando diversas actividades en tiempo real.
Tenemos una “ventana” por la que podemos mirar cómo reacciona nuestro órgano más social ante diversos estímulos y hasta tomar medidas de las distintas áreas cerebrales que lo componen. Pero como todo en la vida, aun esta información es interpretada de acuerdo a los “filtros” del observador. ¿El resultado? Algunas veces se utiliza la información para “confirmar” lo que el investigador quería probar desde un inicio.
En otras ocasiones los hallazgos amplían el conocimiento, demostrando que efectivamente existen ciertas diferencias entre uno y otro cerebro, como propone el psiquiatra Daniel Amen, quien después de observar miles de cerebros ha identificado ciertas áreas que en los hombres tienden a presentar mayor número de células que en las mujeres y viceversa. Sin embargo hay otras visiones que sin dejar de tomar en cuenta estas diferencias, añaden un ingrediente esencial en el desarrollo de todo ser humano.
“El cerebro humano va siendo moldeado desde el nacimiento hasta algún punto de la vejez en que las células grises comienzan a desaparecer.”
Gina Rippon
¿Se nace o se hace?
De acuerdo a Rippon, y estoy totalmente de acuerdo con ella, “el cerebro humano va siendo moldeado desde el nacimiento hasta algún punto de la vejez en que las células grises comienzan a desaparecer.”
Es cierto, hay ciertos rasgos que tenemos de acuerdo al cerebro con el que nacimos. Sin embargo, el desarrollo e integración de nuestro cerebro y TODO el sistema nervioso es tremendamente influenciado por nuestras experiencias de vida. Todo gracias a una propiedad maravillosa que tiene nuestro cerebro para cambiar a lo largo de la vida de acuerdo a esas experiencias: la neuroplasticidad. Por ello con esta plasticidad cerebral, nuestro cerebro es una suma de experiencias.
Por ejemplo, si aprendes una nueva habilidad tu cerebro cambiará. De acuerdo a Rippon, si no tuviste experiencias con determinadas cosas, como por ejemplo haber jugado con Legos o algo similar en la infancia, no tendrás el mismo entrenamiento espacial que quienes sí jugaron con ellos. La repetición de alguna actividad hace que esa actividad se vuelva más fácil para ti.
“Las neuronas que se activan juntas se conectan juntas”
Donald Hebb
Nuevamente gracias a la neuroplasticidad, las vías neuronales que se conectan al realizar determinada acción van cambiando con la repetición v y se van haciendo más fuertes. La actividad comienza a ser más fácil de realizar. Por eso esta propiedad es el motor del cambio y crecimiento humano.
Tendencias, tendencias, tendencias
El determinismo señalaba diferencias, de forma un tanto estática, entre los cerebros de los dos sexos. “El cerebro del hombre es más lógico matemático. El cerebro de la mujer tiene más empatía, las hace más intuitivas y prosociales”. Es cierto, tu biología de nacimiento te da un cierto rumbo inicial. También es cierto que por un mayor número de células en determinadas áreas cerebrales del hombre o de la mujer, ambos géneros tienden hacia ciertos intereses, actividades y habilidades. Pero son eso, tendencias que no aplican ni a todos los hombres ni a todas las mujeres. Hay mujeres que tienden mucho hacia la lógica matemática y no son menos femeninas. Hay hombres que son empáticos, intuitivos y prosociales y no son menos masculinos.
Por ejemplo, si eres hombre probablemente hayas nacido con lóbulos parietales con mayor número de células. Estas son áreas del cerebro asociadas con la percepción espacial del mundo físico que te rodea y en general en los hombres es de mayor tamaño. Pero si por diversas circunstancias y a lo largo de tu vida no ejercitas esas áreas, alguien que haya nacido – hombre o mujer- con lóbulos parietales de menor tamaño pero que sí utilice mucho y frecuentemente esa percepción espacial -tal vez conduciendo en lugares poco familiares muchas horas al día, tal vez decorando, diseñando o bien construyendo espacios – puede incluso desarrollarla más que quien nació con la “facilidad biológica”.
Como han identificado Rippon, otros científicos y campos de la ciencia como la epigenética, el entono y las experiencias de vida en el desarrollo de la persona, sin hacer a un lado la carga biológica, tienen un enorme peso. También justo por eso ella afirma que:
“Un mundo sexista produce cerebros sexistas”
¿Entonces por qué tanta insistencia en que los hombres son así…, las mujeres son así…..?
Lee aquí: La Resiliencia: el arma secreta de la Mujer
La tendencia a predecir
El cerebro humano tiene una gran tendencia a ser predictor y anticipatorio, o sea le gusta adelantarse en el tiempo y tener idea de qué es lo que sucederá o lo que hará otra persona. Por eso el cerebro busca seguir reglas. ¡De hecho ama las reglas! Tal vez a ti no te guste mucho seguirlas, te parezcan restrictivas o unilaterales. Piénsalo así, tu cerebro ama las reglas porque es más fácil conducirse por la vida bajo “caminitos” ya trazados (reglas) que andar investigando paso a paso qué hacer a cada momento de la vida. Eso consume muchos recursos (glucosa y oxígeno) y tu cerebro prefiere ahorrar recursos para emergencias o épocas de escasez.
Esta programación neurobiológica es la que nos hace odiar la incertidumbre y la vulnerabilidad, pues nuestro cerebro no sabe cómo tendrá que reaccionar ante lo incierto, lo desconocido, lo nuevo, lo diferente, vamos, lo que está fuera de esas reglas que ya se sabe.
Conjuntos de creencias
Bueno, pues ese conjunto de reglas con el tiempo se vuelve una creencia. ¿Por qué? Ah, te voy a compartir mi concepto de creencia. Es algo que te repites una y otra vez hasta que te lo crees. Esas creencias cambiarán la forma de trabajar del cerebro y cómo actúa esa persona. La tendencia a las reglas es un arma de dos filos. Por un lado ya viste que facilita el ahorro de recursos. Por otro lado puede ser limitante pues más de una vez sacará conclusiones “equivocadas” que no coinciden con el mundo exterior.
Las creencias sobre los hombres y las mujeres que tiene la cultura donde creció la persona se volverán profecías autocumplidoras que le “confirmarán” al individuo eso que aprendió en su cultura.
Resulta entonces que las creencias sobre los hombres y las mujeres que tiene la cultura donde creció la persona se volverán una profecía autocumplidora que le “confirma” al individuo eso que aprendió en su cultura. Por ejemplo estereotipos de género: “Las mujeres usan falda, no pantalón; los hombres no usan el cabello largo; las mujeres cocinan; los hombres no lavan trastes” y un laaaargo etcétera.
Lee aquí: Qué decirles a los niños para que crezcan sintiéndose seguros, amados y resilientes?
La vida es cambio
Aquí es donde entra el peso que tiene la neuroplasticidad. Reconocer que nuestros cerebros son plásticos no estáticos y responden a nuestras experiencias de vida. Me encanta cuando Rippon menciona que si pudiéramos seguir el cerebro de un bebé y de una bebé podríamos ver que desde el nacimiento seguirían caminos diferentes por los juguetes, la ropa, los padres, la familia, la escuela, los maestros, el lugar de trabajo al que ingresen y en general, las reglas de la cultura en donde crezcan darán rumbos distintos al desarrollo de esos cerebros.
Sin dejar de tomar en cuenta las diferencias biológicas de nuestros cerebros, los descubrimientos de las neurociencias están ampliando nuestra mirada, aflojando cada vez más esas etiquetas hacia ambos, hombres y mujeres, que poco han contribuido para un mayor desarrollo de la humanidad. Hoy sabemos que la relación entre el cerebro y el mundo que lo rodea no es una calle de un solo sentido, sino una autopista que fluye en doble sentido. Lo que antes parecía tatuado es más bien flexible y moldeable. Y eso abre muchas puertas para la tolerancia, la paz y una convivencia armónica entre ambos géneros que tanta falta hace en nuestros días.
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