La Resiliencia empieza en el cerebro

Tiempo de lectura: 6 minutos

 

Según  investigaciones recientes no hay mejor recurso para afrontar y recuperarnos de esas adversidades que la Resiliencia, una capacidad humana que empieza en el cerebro. 

Todos hemos enfrentado, al menos alguna vez, situaciones difíciles en nuestra vida. A veces es momentáneo el desajuste que sentimos y otras veces nos preguntamos: ¿Hasta cuándo va a terminar esto?   Aunque quisiéramos que nunca sucedieran, las adversidades son parte de la experiencia humana. 

Lee aquí: ¿Qué es la resiliencia?

 

Resiliencia: ingrediente esencial para la vida

Desde la ruptura de una relación, la quiebra de un negocio,  el desempleo, la pérdida de la alegría de vivir, la muerte de un ser querido  y otras tantas más,  son situaciones que la vida nos puede presentar a cualquiera. Sin embargo no todos reaccionamos igual ante tales  adversidades. Vemos personas que después de ciertos trancazos de la vida logran  levantarse y siguen adelante. Más de uno se pregunta al verlos: ¿Cómo le hacen?, ¿No sienten el dolor acaso?, ¿Son súper humanos?, etc.  Lo más probable es que tengan un ingrediente esencial: La resiliencia.

 

Más que echarle ganas

A veces le atribuimos a algunas personas el ser fuertes como la cualidad que les permite levantarse de las caídas.  Es cierto, la fortaleza interior es la que nos permite seguir adelante. La cosa es que existen muchos mitos populares acerca del origen de esa fortaleza interior. Por ejemplo,  tal vez hayas escuchado las clásicas frases (que poco, si no es que en nada ayudan) “¡Tú puedes, échale ganas para salir adelante!”, “Nunca te rindas”  o  “Todo es cuestión de fuerza de voluntad” y otras por el estilo que andan por ahí en imágenes que se comparten en redes y que algunas personas nos dicen cuando estamos en una situación complicada. Aunque están permeadas en nuestra cultura muy poco ayuda decirle a alguien más “échale ganas”, lee aquí por qué. 

Ahora seguro te preguntarás  ¿por qué digo que no sirven?  Porque este tipo de frases le atribuyen a rasgos, como la fuerza de voluntad o las “ganas” que le echemos a  algo, el origen de esa fortaleza interior. Y no digo que la fuerza de voluntad no sirva, pues es el primer paso para apoyar las manos y levantarnos, o bien para buscar ayuda.

La resiliencia no viene de la fuerza de voluntad, ni de sentirse muy fregón, ni de echarle ganas, ni de la testosterona.

De hecho quedarnos en el “echeganismo” y la fuerza de voluntad puede ser contraproducente, pues si fallamos, algo totalmente normal, podemos  terminar sintiéndonos peor, ya que desde esa óptica significaría que marcamos muy bajo en el “ganómetro”, “huevómetro” o “voluntómetro”, a según el que utilices. 

Sí es cierto, pueden indicar una disposición y actitud positiva para salir adelante, y son un buen primer PASO.  Al ser solo un paso no siempre alcanzan.  ¿Por qué? Porque no se convierten automáticamente  en las múltiples habilidades humanas que necesitamos para afrontar y superar los problemas y adversidades de la vida.  Una de ellas nos permite hacer esto: la resiliencia.

 

¿Qué es la Resiliencia?

La resiliencia es una capacidad psicológica humana que nos permite navegar y recuperarnos de  los retos de la vida, desde los pequeños contratiempos del diario como perder las llaves, un billete, una diferencia con algún compañero de trabajo,  hasta desastres extraordinarios.  Es una capacidad humana innata e inscrita en el cerebro que emerge a partir de una neurointegración armónica de distintas áreas cerebrales.

 

Neurointegración y resiliencia

Los seres humanos no nacemos con el cerebro totalmente desarrollado, sino que va desarrollándose a lo largo de toda la vida. Imagina que tu cerebro es un órgano formado por muchas partes distintas, cada una de ellas tiene funciones específicas pero siempre trabajando en red. Algunas áreas están más conectadas con unas que con otras cuando nacemos.  Otras se terminan de unir en ciertas etapas de la vida como en la infancia,  la etapa más crítica y en la que el cerebro se desarrolla a mayor velocidad.

Luego ese desarrollo continúa en la adolescencia, aunque a menor velocidad, pero comienza un proceso importantísimo para el cerebro, similar al de la remodelación de una casa. Algunas cosas se mantienen y otras que no se usan, se van.  A esto se le llama “poda cerebral”  y su fin es la especialización del cerebro del adolescente. Piénsalo de esta manera,  hay que optimizar los recursos y tener un cerebro mejor organizado, por eso las redes neuronales de lo que se usa se queda, lo que no se va. Esa selección dependerá de sus experiencias de vida. 

Además de esa poda cerebral, sucede otro de los factores más críticos que promueve la adolescencia:  la integración del  cerebro o neurointegración, que dependiendo de la cultura en la que vivas, puede continuar hasta entrada la etapa adulta (25-28 años aproximadamente).

Pero ese desarrollo cerebral no se da “solito” solo dándole comida, oxígeno , sueño de calidad y agua. Estos son importantísimos pues sin ellos no podrían crecer las células que lo forman. El cerebro humano se desarrolla relacionándose con otros cerebros.  Por eso las experiencias de vida de la persona, desde su infancia hasta el día de hoy,  “van esculpiendo” su cerebro y  sistema nervioso.

Así, dependiendo de lo que haya vivido y cómo lo haya acomodado cada quién es que el cerebro va integrándose, uniendo sus partes diferenciadas entre sí para trabajar conjuntamente. Cuando esto sucede de forma óptima emerge la resiliencia

 

Bendita Neuroplasticidad

La resiliencia ha recibido ya desde hace muchos años la atención de investigadores para su estudio, pero es sobre todo en la última década que esas investigaciones han ido revelando excelentes noticias: La resiliencia puede cultivarse a cualquier edad, aun si no tuvimos una infancia “ideal”, pues lo que antes parecía tatuado en el cerebro puede ser cambiado gracias a una maravillosa capacidad de cambio de tu cerebro que se llama Neuroplasticidad.

La Resiliencia es como tener un batería interior bien cargada. 

Pero además de sentirte con las pilas cargadas, la resiliencia implica también una eficiencia energética, pues conforme incrementas tus depósitos de resiliencia  también aumenta tu capacidad de evitar las situaciones que te llevaron a la adversidad inicialmente. Ojo, hay adversidades que la vida nos pone en el camino y hay otras en las que nos vamos metiendo nosotros solitos. A estas últimas me refiero que aprendemos a evitar.

 

Cultivar Resiliencia a cualquier edad

No necesitamos haber tenido una infancia “ideal” donde todo fue color de rosa -afortunadamente-  para tener  un cerebro resiliente que nos facilite la vida y nos ayude a tomar decisiones más adecuadas.  Te puedo decir por mi propia experiencia que es posible cultivarla DELIBERADAMENTE a cualquier edad.  Aquí te enlisto algunas técnicas para cultivarla:

1.- Empieza por la Microresiliencia: Este tipo de resiliencia es en el corto plazo, de aquí a unos minutos o unas horas. Por ejemplo beber agua antes de algún evento que percibes será estresante como una entrevista de trabajo. Tu cerebro es 73% agua, así que si se la das estará más capacitado para desempeñarse mejor. En este artículo puedes leer cosas que puedas empezar a hacer desde ya para que tu cerebro sea más resiliente.

2.- Practicar la autocompasión: En síntesis se trata de ser amable contigo cuando la riegas. Puede que te suene muy bizarro esto, pero la realidad es que ser muy críticos con nosotros mismos no solo  manda de vacaciones a nuestra resiliencia, también a nuestra felicidad. Velo de esta manera, es poco fácil ser feliz cuando alguien es cruel contigo todo el tiempo, como muchos sabrán pues podemos ser nuestro peor verdugo.  Por eso ser autocompasivo, créeme, te cambia la vida.  En este artículo te explico cómo comenzar a practicarla.

3.- Experimentar emociones positivas en tus relaciones: ¿Recuerdas que te mencioné que el cerebro humano se desarrolla relacionándose con otros cerebros? Pues aunque en la infancia esto es crucial, aun como adultos es necesario experimentar esas emociones positivas en nuestras relaciones personales más cercanas. Desde la alegría, el asombro, la novedad, el entusiasmo, la gratitud y sobre todo el amor, sincronizar  nuestra neurobiología con los demás  como sucede cuando compartimos emociones positivas, promueve la resiliencia en tu cerebro.

4.- Sanar las heridas de tu voz crítica, de la vergüenza y de la vida en general. Todos los seres humanos hemos sufrido heridas a lo largo de la vida. Algunas cicatrizan al poco tiempo, otras tardan más y algunas otras  requieren algo más que un simple curita para cicatrizar. Por ejemplo las heridas de la vergüenza pueden ser muy dolorosas y podemos llevarlas por años. La vergüenza es una emoción que puede descarrilar fácilmente nuestra resiliencia. Para este punto lo mejor es hacerlo en un entorno protegido y contenido, como el que te ofrece la terapia. Ir sanando esas heridas permite a tu cerebro reconectarse de forma diferente e ir cultivando mayor resiliencia.

 

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Edgard Ramirez
Edgard Ramirez
Viajero de nacimiento, coach y psicoterapeuta especializado en hipnosis ericksoniana por elección. Te ofrezco herramientas para reinventarte desde ésta y las neurociencias, pues acelera el cambio y la resolución de problemas de mis clientes.

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