El desempleo en el cerebro
El desempleo puede tener efectos poco lindos en el cerebro y la salud, afortunadamente existen habilidades humanas, como la resiliencia, que cualquiera puede cultivar para hacerle frente a ese impacto.
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Para nada es sorpresa que el desempleo puede causar estragos en quien lo vive. No solo es su impacto en los bolsillos con lo que hay que lidiar, que ya de por sí es un reto, sino con el desbalance que puede provocar en la salud emocional de quien lo vive. Créeme, yo lo viví y sé lo doloroso que puede ser.
No se trata solo de revisar el estado de cuenta y sentir la angustia de ver cómo se va haciendo más chiquito el saldo. Sino lo horrible que se siente hasta decirlo: “desempleado”, como si algo me hubieran arrancado. No es para menos, pues la actividad laboral además de permitirnos generar ingresos, también nos permite poner al servicio de la sociedad nuestros talentos, conocimientos y valores. Nos da el sentido de contribución que todos los seres humanos necesitamos para vivir saludablemente. Incluso puede ser la expresión de nuestro propósito de vida.
Como cualquier situación en la vida, es resultado de lo que sucede en nuestro cerebro. De ahí que esta condición, que cualquiera puede vivir, tenga un impacto en nuestra salud emocional y física. Empieza con la aparición de una gran amenaza para nuestra sobrevivencia física, ¡si no comemos no vivimos! pero también simbólica: Nuestro status, grupos sociales a los que creemos podemos dejar de pertenecer sin empleo, nuestra identidad, etc. Todo ello sí resulta una amenaza para nuestro cerebro.
El desempleo también activa el mecanismo cerebral de amenaza, no solo por la falta de recursos para vivir, sino por la amenaza simbólica que puede representar la pérdida de status, identidad y pertenencia a un grupo.
La amenaza activa mecanismos cerebrales
Y para entender esto te voy a compartir la historia de uno de los primeros consultantes que acompañé a acomodar lo que el desempleo le había movido. Le llamaremos Manuel. Llevaba 6 meses sin empleo, sus ahorros ya casi no existían. Manuel, al igual que yo en su momento, tenía una constante activación de muchas partes de su cerebro. Cuando Manuel pensaba lo horrible que estaba pasándola, imaginándose como alimentaría a su hijo, y cuando se preguntaba ¿Por qué a mí?, ¿Será que no estoy bien preparado?, ¿Saldré de esta algún día?
Su tronco cerebral junto con el cerebelo y el hipotálamo decidían en milisegundos que no tener ingresos en el presente era evidentemente una amenaza real. Y algo muy importante, cuando Manuel imaginaba que tal vez no había salida la parte más instintiva de su cerebro decidía que esa era una amenaza también, aunque solo lo hubiera imaginado, pero para su cerebro era real, punto. Como esas partes instintivas no tienen flexibilidad ni les gusta el cambio, pasan la orden al siguiente sistema para que se preparen a buscar en los bancos de memoria.
El estrés en la sala de la casa
Entran el tálamo y la amígdala, y todo el sistema límbico de Manuel, buscando memorias pasadas de dolor similares, cosa que sucedía. Manuel empezaba a sentir el estrés en el cuerpo después de unos 125 milisegundos de imaginarse sin salida, pues la adrenalina y noradrenalina que generan miedo y angustia recorrían su cuerpo. Su corazón y respiración se aceleraban, pupilas dilatadas y la sangre concentrada en ciertas zonas habían preparado a Manuel para luchar, huir o paralizarse. Es nuestra respuesta biológica ante la amenaza o peligro. Aunque Manuel estaba sentado en la sala de su casa.
A mayor respuesta emocional más disminuye la respuesta de los lóbulos frontales
Cuando hulk domina la razón
Llegaba entonces un verdadero veneno para su cuerpo y para su alma: el cortisol, la llamada hormona del estrés. Manuel en esos momentos no podía acceder a una capacidad humana que nos permite afrontar mejor la adversidad: la resiliencia. Manuel no podía no porque fuera débil de carácter o mediocre, simplemente porque todo ese neurococtel en su cuerpo descarrilaba su resiliencia y al no contar con herramientas que detuvieran ese proceso que tanto dolor y enojo le provocaba, podía estar sentado en su sala alargando la agonía indefinidamente.
Resiliencia ¿dónde estás?
Manuel no sabía de resiliencia cuando vino conmigo la primera sesión. Le comenté que era normal lo que sentía cuando catastrofizaba en su sala, pues las hormonas del estrés están diseñadas justamente para eso: para ayudarnos a sobrevivir mobilizándonos, ya sea peleando, huyendo o en algunos casos, congelándonos, esperando que el depredador crea que estamos muertos y mejor busque otra presa más llamativa. No están diseñadas para tranquilizarnos, por eso es normal sentirse tristes, enojados
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Dado que las decisiones cuando nuestra sobrevivencia se ve amenazada tienen que ser muy rápidas, no hay tiempo de planear y elaborar estrategias, ¡eso será después de huir del oso! Por eso es que en cierta forma disminuye el flujo de sangre y oxígeno hacia la parte más pensante del cerebro: los lóbulos prefrontales. Digamos que estas zonas son el CEO o el jefe de jefes del cerebro, pues se encargan de evaluar escenarios, pensar con calma, planear, analizar las opciones, y cuando un cerebro es resiliente toma decisiones más adecuadas pues tiene flexibilidad de respuesta.
Justamente eso, además de conseguir trabajo, era lo que necesitaba Manuel. Tenía una visión de túnel en la que si hubiera pasado una solución cerca de él, probablemente ni la hubiera visto. No por despistado ni por negativo, sino por neurobiología. Se sentía desesperado, angustiado y muy enojado, lo que generaba una nueva respuesta de estrés en su cerebro, ¡y en el de su esposa y su hijo!, activando nuevamente el mecanismo de amenaza de su cerebro creando un círculo vicioso que lo hacía sentirse peor y afectando literalmente la estructura de su cerebro.
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Por eso quien vive el desempleo puede estar comúnmente de mal humor, triste, apachurrado decimos y a veces puede caer en depresión. La autoestima y el sentido del valor de uno mismo se lastiman. Es como querer brincar a la cancha de juego y que no te dejaran pasar. El desempleo definitivamente tiene un impacto en el cerebro humano.
Estar desempleado duele literalmente
Para nuestro cerebro el dolor físico o emocional es indistinto, pues se activan las mismas áreas cerebrales. En términos neurológicos duele igual un golpe que un constante rechazo. Sensación que a veces se siente cuando uno está desempleado. El mundo se ve tan distinto, y no solo es una cuestión de actitud, sino ya viste que la neurobiología tiene mucho peso.
Tú no eres tu trabajo
Parece simple, pero viviendo en una cultura en donde se nos mal enseña a definir a una persona por su trabajo, puesto o profesión es muy probable que hayas aprendido esto, tal vez desde que eras niño, niña. No es de extrañar que el día que no se tiene eso que te definía se sienta como el fin del mundo. Tu valor como persona es, por mucho, más grande que cualquier trabajo, el que sea.
¿Qué se puede hacer? Desarrollar nuevas habilidades
Cuando ya enviamos un montón de currículos, solicitudes de empleo, fuimos a entrevistas y nada. Cuando emprendimos un negocio o proyecto y no dio resultados y ya no hay fondos. Hay factores que definitivamente no están en nuestras manos, como las recesiones económicas, recortes de personal, clima de incertidumbre, etc. Lo importante es encontrar cosas que sí puedes hacer y que puedan ayudarte. Desde respirar diferente, hacer ejercicio, y una buena alimentación ayudan. Un paso más allá es buscar ayuda profesional que nos pueda apoyar en cosas muy tangibles, como por ejemplo pulir el currículo, saber qué poner, qué no ayuda, o ensayar entrevistas de trabajo para saber qué responder si me preguntas tal o cual cosa de nuestra trayectoria, qué valores y talentos destacar, cómo empatar con la cultura organizacional de donde estamos aplicando, etc.
Contar con apoyo profesional externo puede ayudar muchísimo para tener una perspectiva mucho más amplia sobre cómo nos estamos proyectando hacia el mundo, qué talentos y valor agregado podemos aportar a una posición, identificar lo mejor que tú puedes ofrecer más allá de los trillados “soy responsable”, “me gusta trabajar en equipo” y “voy por mis objetivos”. Además también nos puede apoyar a desarrollar y fortalecer habilidades humanas o “blandas” que son indispensables tanto en el proceso de búsqueda de opciones de ingresos, como también ya estando en el lugar de trabajo desempeñándolo.
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Algunas de estas habilidades pueden apoyarte a contemplar nuevas alternativas y opciones que antes tal vez ni te pasaban por la cabeza. O como le pasaba a Manuel, que no veía más allá del túnel. Pero Manuel hizo algo diferente. Además de acomodar un chorro de emociones que se había tragado desde que se había quedado sin chamba -algo que en algunos casos he visto es suficiente para que la persona empiece a encontrar soluciones- él fue aprendiendo a cultivar su resiliencia ante el desempleo. Con el tiempo Manuel fue poco a poco pasándole la estafeta a otras zonas de su sistema nervioso que lejos de provocarle angustia y desesperación, activaban una sensación de calma y claridad, incluso llegó a decirme un día con lágrimas en los ojos:
“Siento Paz, hace tanto no la sentía”
Navegar las olas de la vida
Manuel poco a poco desarrolló y fortaleció su asertividad, autocompasión (o sea empezó a tratarse mejor a sí mismo), gratitud -habilidad indispensable ante la adversidad- y resiliencia, capacidades que le ayudaron a sentirse mucho mejor e iniciar una espiral ascendente de emociones positivas, que con el tiempo le permitieron ver nuevas opciones que antes no veía, ser más flexible y navegar mejor las olas de la adversidad.
“No puedes detener las olas de la vida, pero sí puedes aprender a surfear”
Jon Kabat-Zinn
La paz que comenzó a sentir no le trajo un nuevo empleo por sí sola, pero al sentirla y al ir fortaleciendo sus depósitos de resiliencia, fueron surgiendo nuevas ideas y llegando nuevas personas que eventualmente, le ayudaron a entrar en una empresa de un giro que él no había contemplado.
Estar sin empleo es resultado de muchos factores, algunos ajenos a ti. Fortalecer tu resiliencia y otras habilidades es algo que sí puedes hacer. Yo puedo acompañarte, para mí será un honor.
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