¿Echarle ganas para salir adelante? Mejor cultiva tu resiliencia
Echarle ganas para salir adelante es un acto de fe. En cambio cultivar la resiliencia, una capacidad de tu cerebro, te ayudará a superar cualquier adversidad.
Foto de @shahreboyee en Unsplash
Nota: Desde que publiqué este artículo varios blogs lo han enlazado y en redes he recibido comentarios de la relevancia de la resiliencia y otros defendiendo al “echaleganismo”, con lo que confirmo lo permeado que está en la sociedad. Desconozco si quienes lo defienden leen el artículo completo pues hacia el final menciono claramente la importancia de una actitud positiva ante la adversidad, optimismo, pero también el por qué no basta quedarse solo en él y el papel de la resiliencia en salir adelante. Ojalá lo leas completo.
Echarle ganas es una expresión tan permeada en nuestra forma de hablar que escuchamos por todos lados decirle a alguien más que está viviendo una adversidad en un intento de darle ánimos.
Una vez escuché a una persona decirle a alguien que estaba recién operado: “Échale ganas para que te recuperes pronto”.
A una persona que llevaba desempleada 6 meses y seguía en la búsqueda de trabajo un amigo le dijo: “Tú échale ganas y verás que algo sale”.
A una señora que atravesaba una depresión severa y se sentía devastada emocionalmente, su cuñada una vez le dijo: “No pues échale muchas ganas, no te queda de otra”.
Un consultante que trabajó conmigo su relación de pareja, me dijo que ante las frecuentes discusiones con su esposa y las emociones negativas que sentía él en la relación, su “solución” por años fue: “Echarle ganas”. Indagué un poco más qué significaba para él “echarle ganas”. Su respuesta me dejó clara la ambigüedad que implica esta expresión. Me dijo: “Aguantarme lo que siento”.
¿Qué es echarle ganas?
Cada uno tendremos nuestra forma de entender “echarle ganas”. Tal vez una de las más extendidas sea la expresión que aprendimos para tratar de subirle el ánimo a alguien que atraviesa una adversidad. Es como una suerte de empoderamiento mágico, algo así como “tú puedes”. Y sí, en el fondo mucha gente al no saber qué otra cosa decir lo hace con esa buena intención, aunque no siempre sea necesario decir algo. Por ejemplo, hace muchos años en un taller de desarrollo humano al que asistí una chica le preguntó al maestro que lo facilitaba:
Participante: “Oiga el fin pasado fui al velorio del papá de una amiga y lo único que se me ocurrió decirle fue: ¡Ay amiga!, ya verás que por algo pasan las cosas. Me sentí mal después cuando vi su cara ¿qué le pude haber dicho entonces?”
Maestro: “Si no sabes qué decir, mejor NO DIGAS NADA”.
Y esa sabiduría aplica para el “echarle ganas”.
Echarle ganas no siempre ayuda a quien se lo dicen
En toda mi experiencia acompañando a otras personas, no he conocido a alguien a quien le falten “ganas” de resolver sus problemas, recuperarse de las adversidades y salir adelante, en la vida profesional, familiar, de pareja, etc. Cuando a esa persona le decimos “échale ganas”, le estamos transmitiendo implícitamente, o sea le decimos sin decirlo abiertamente, que sus esfuerzos no han sido suficientes y se han quedado cortos. Cuando viví el desempleo no me hacía ni tantita gracia que me lo dijeran y ¿qué crees? No me ayudó en nada.
Cuando a una persona que la está pasando mal le decimos “échale ganas” le estamos diciendo implícitamente que sus esfuerzos no han sido suficientes y se han quedado cortos o no han servido.
Podrás imaginarte que para alguien que vive dolor, frustración confusión o desesperación la frasecita no le ayuda en nada. Dependiendo de sus recursos internos, puede incluso reforzarle ese malestar que siente y llegar a molestarse con quien se lo dice… con justa razón. Pues es como si fuéramos un juez sosteniendo un “ganómetro” en el que a quien se lo decimos marca muy bajo, anulando todo lo que la persona ha podido hacer.
Echarle ganas como fórmula mágica
El otro uso común de esta expresión implica una visión de la vida un tanto infantil. Ahí te va por qué. Vivimos en un país en donde creer que “echarle ganas” es la fórmula ideal para que cualquier problema en cualquier ámbito, se resuelva como por arte de magia. “Echándole ganas saldremos de esta pandemia” leí que dijo un político hace unas semanas. Esta expresión refleja una ilusión, una esperanza de que algo suceda pero cuyo resultado está totalmente fuera de nuestro control, como si “echarle ganas” fuera la invocación necesaria para que sucedan milagros.
Tanto ese político que puse de ejemplo, como la señora que le dice a su comadre que le “eche ganas” a su matrimonio que se está yendo al carajo, como el papá que le dice a su hijo a punto de reprobar el año que le “eche ganas”, muestra qué tan permeado está el pensamiento mágico en nuestra sociedad.
“El pensamiento mágico es la creencia que los eventos o el comportamiento de otros pueden ser influenciados por mis propios deseos, pensamientos o rituales. Es típico en niños hasta de 5 años, a partir de entonces el pensamiento realista empieza a predominar”
American Psychological Association
Tal vez estés pensando, “Oye pero ¿no hay que ser optimistas para salir adelante?” ¡Claro que sí! Pero ojo…
Echarle ganas vs Optimismo
Es cierto que para superar las adversidades y salir adelante necesitamos una actitud optimista. El optimismo refleja la creencia de que a pesar de las adversidades podemos hacer algo para salir adelante. Ok, hasta aquí el “echarle ganas” y el optimismo se empatan. La cosa es que tener una expectativa positiva es apenas un primer paso de varios pasos más que habremos de dar pues para salir adelante de una adversidad tenemos que HACER COSAS CONCRETAS 1 y muy importante: REALISTAS. Y este es el punto que separa el optimismo real o saludable del “echarle ganas”.
El optimismo real es una actitud que requiere humildad, una meta habilidad de la resiliencia. Esto quiere decir estar “con los pies en la tierra” y ser despiadadamente honestos con nosotros mismos para reconocer lo que es: dónde estamos, hacia dónde queremos ir y qué recursos tenemos o necesitamos para llegar. Es reconocer el escenario que enfrentamos, aunque no nos guste, y a pesar de ello creer que podremos salir adelante. Eso nos lleva a buscar ayuda si no tenemos los recursos necesarios, nos lleva a cambiar y hacer cosas diferentes. Como bien decía mi tío Einstein:
“Es locura hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes.
En cambio “echarle ganas” refleja más bien un falso optimismo, pues aunque indica una disposición para hacer algo, al pasar por alto los obstáculos reales y no necesariamente incluir acciones concretas o bien poco realistas, se queda más bien en un deseo de que las cosas se arreglen por sí solas. He visto consultantes que estuvieron “echándole muchas ganas” por 10 años para “salvar” su matrimonio. Cuando les pregunto qué fue específicamente lo que hicieron me responden: “No pues, le hemos echado muchas ganas” .
Es muy seductor y fácil caer en el falso optimismo o echaleganismo, oh sí lo recuerdo, de otra manera no habría taaaantos libros de autoayuda del tema, gurús del “pensamiento positivo”, etc. El riesgo de aventar todo lo que quisiéramos que sucediera, cambiara o mejorara en nuestra vida, SIN REALISMO, en el costal del echaleganismo es que cuando la realidad hace su presencia, o sea siempre, puede llevarnos a la desilusión, la desesperanza e incluso en casos graves, a la depresión.
Ojo: El optimismo por sí solo no resuelve nuestros problemas pues tenemos que ser proactivos para probar y aplicar soluciones, pero sí es un impulsor del cambio. De hecho puede ser un mediador entre la resiliencia y el bienestar psicológico 2 . En tanto que “echarle ganas” es más bien una actitud pasiva que deja mucho a la fe y a la suerte. ¿Alguien se acuerda del Borras?
El optimismo puede ser un mediador entre la resiliencia y el bienestar psicológico. Mientras que “echarle ganas” es una actitud pasiva que deja mucho a la fe y a la suerte.
Mejor cultiva tu resiliencia
Aunque quisiéramos que nuca sucedieran, todos enfrentamos retos y adversidades pues son parte de la vida. “Echarle ganas” como ya viste no necesariamente resolverá todos los problemas pues es solo un primer paso que indica tu expectativa positiva y disposición para salir adelante. Lo que de verdad te ayudará a afrontar, superar y recuperarte de cualquier reto de la vida es una capacidad de tu cerebro que puedes cultivar sin importar tu edad: la resiliencia.
Lee aquí: ¿Cómo se desarrolla la resiliencia en el cerebro?
La Resiliencia es una habilidad innata del ser humano que empieza en el cerebro y que nos permite afrontar y recuperarnos de las adversidades de las vida, desde los pequeños contratiempos del diario, hasta las más grandes como perder a un ser querido. Quiero aclarar que contrario a lo que mucha gente se imagina, la resiliencia no implica que no “sientas nada”, que “nada te afecte”, “que no sientas miedo”. ¡Para nada! La resiliencia implica ser vulnerable al dejarte sentir las emociones normales que la adversidad despierta en los seres humanos: enojo, miedo, tristeza, frustración, etc.
Sin embargo la maravilla de la resiliencia es que a pesar de sentir todas estas emociones completamente normales en situaciones adversas, nos permite responder a las presiones de la vida más fácilmente de forma efectiva y adaptándonos a lo que se nos va presentando. Facilita mucho la vida pues nos permite tener una mayor flexibilidad de respuesta y no responder en piloto automático como lo hace normalmente un cerebro estresado cuando se siente amenazado: huyendo/peleando o paralizándonos, lo que puede incluso traernos más problemas que los que ya teníamos originalmente.
Nunca es tarde para cultivarla
Lo mejor es que al igual que un músculo, la resiliencia se puede ir ejercitando en el tiempo. Y te lo digo por experiencia propia como alguien que por su historia de vida, no la desarrolló como le hubiera gustado desde la infancia. No se trata de si eres o no resiliente pues todos tenemos el potencial de serlo gracias a la neuroplasticidad de tu cerebro y en varios artículos te he mencionado diversas estrategias y técnicas que la van cultivando.
Dado que la vida nos pone retos a TODOS y no podemos detener sus olas, lo mejor que podemos hacer es aprender a navegarlas en lugar de quedarte dando patadas en el mar “echándole muchas ganas”.
Únete al Canal de Neuroresiliencia en Telegram y recibe mis publicaciones.
Referencias:
1.- Aspinwall L.G., Richter, L. & Hoffman,III, R.R. (2001). Understanding how optimism works: An examination of optimists’ adaptive moderation in belief and behavior. In E.C. Chang (Ed.) Optimism & pessimism: Implications for theory, research, and practice (217-238.) Washington, DC: American Psychological Association.
2.- Souria, H. & Hasaniradb, T. (2011). Relationship between Resilience, Optimism and Psychological Well-Being in Students of Medicine. Procedia – Social and Behavioral Sciences, 30, 1541-1544
Rene Cabrera Pacheco
On septiembre 24, 2021 at 1:57 pm
En lo particular, cuando estuve enfermo de cancer de testiculo, baje 20 kilos de peso, durante el proceso de quimio, tuve muchos efectos secundarios, acompañado de incertidumbre , miedo, dolor, entras y sales de alguna complicación, siempre optimista, reservando siempre, el poco de mi energía para poder pasar el día a día, sentía como mi corazón bajaba la fracuencia cardiaca y tenia que buscar un lugar donde sentarme, por que era evidente el desmayo, calculaba cuantos pasos podía dar, para poder llegar al wc, era una batalla constante, se requiere de una gran fortaleza, y fuerza para salir avante,,,, pero cuando llegaba alguien sano a visitarme, y me decia ” ECHALE GANAS ” (no dudo que con, el enfasis de mandarme sus buenos deseos)…… pero a mi me caiga como una patada en los H….