Cómo se desarrolla la Resiliencia en el cerebro
La Resiliencia como cualquier otra habilidad innata en el cerebro, se desarrolla conforme el cerebro procesa o aprende de la experiencia.
Un día estando en un hotel en vacaciones, vi una familia con su hijo pequeñito, unos tres años. El papá le estaba intentando enseñar a nadar sin flotadores. Cuando se los quitó, el niño se puso ansioso, pues le estaba quitando su “seguridad” en el agua. Empezó a llorar y su papá se estresó. Subiendo el tono de voz le dijo: “No te va a pasar nada, deja de chillar”. Más parecía que lo estaba regañando que “enseñándole” a flotar. La mamá del niño entró a la alberca y lo tomó en sus brazos. Lo acercó a su cuerpo y le decía “Ya pasó, yo te sostengo, no te vas a hundir, aquí estoy contigo”. Unos minutos después el niño se calmó, dejó de llorar y aunque no aprendió a nadar en ese rato, sí se atrevió a dar unas cuantos intentos de brazadas sin flotadores hacia su mamá.
Como puedes ver ese niño aprendió varias estrategias de resiliencia de su madre en esta situación. Aprendió que recibir apoyo de otras personas puede ayudarle a calmarse y también aprendió cómo estar en esa alberca sin sus flotadores sintiéndose más seguro. Su cerebro de inmediato registró esas lecciones en sus circuitos neuronales para futura referencia.
Aprendiendo de la experiencia
Como cualquier otra habilidad innata en el cerebro, la resiliencia se desarrolla conforme éste procesa o aprende de la experiencia. Luego traduce o codifica ese aprendizaje en sus circuitos neuronales. Como la resiliencia se trata de sobrevivir o crecer, nuestro cerebro comienza a guardar las lecciones de estrategias que nos mantienen vivos y seguros desde el momento en que el cerebro comienza a desarrollarse. De hecho hay algunas respuestas hacia el peligro o la seguridad que comienzan en el vientre materno. ¿Cómo consigue esto el cerebro? Hay dos procesos y en este artículo te voy a hablar de uno de ellos.
Condicionamiento para ahorrar recursos
Este mecanismo quiere decir que el cerebro aprende y estabiliza nuestros patrones de respuesta condicionados a través de la repetición de experiencias. Piensa en ese niño que te contaba de la alberca. Si varias veces en las que se volvió a sentir inseguro o estresado, buscó apoyo para calmar su sistema nervioso y lo recibió, ¡bingo! Aprendizaje guardado. Cuando nuestro condicionamiento va viento en popa, sobre todo en nuestra infancia, comenzamos a construir una base sólida para la resiliencia en nuestro cerebro.
Estas estrategias guardadas en nuestros circuitos cerebrales nos permiten responder de forma asertiva y adaptativa a los retos y olas que la vida nos pone a todos. Las estructuras del cerebro que llevan a cabo esta codificación son estables, aunque lo suficientemente flexibles para aprender nuevas estrategias de afrontamiento. Nos sirven como colchón contra los efectos del estrés y adversidades que encontraremos más adelante en nuestra vida.
El condicionamiento es un mecanismo eficiente y poderoso de nuestro maravilloso cerebro. Una vez que aprendimos formas de responder a ciertos eventos o cosas que nos estresan (estresores), esas formas de responder se fijan en nuestros circuitos cerebrales. Ya no tenemos qué pensar en la respuesta con lo que el cerebro ahorra recursos (energía y tiempo). Por ejemplo, probablemente como yo, sentías una gran felicidad cuando sonaba el timbre en la escuela que anunciaba la salida. Mi cerebro después de taaaaaaaantas veces de vivirlo decidió que era mejor así, en lugar de que cada día al sonar el timbre hiciera todo el proceso completo de evaluar qué estaba pasando. Esto es eficiencia energética.
Cuando el condicionamiento se desvía
Sin embargo, nuestro condicionamiento a veces por lo que vivimos puede no ser muy lindo. Conforme nuestro cerebro se desarrolla es muy fácil que el aprendizaje de estrategias resilientes se desvíen un poco, haciendo que se graben respuestas y comportamientos poco productivos o incluso dañinos. Por ejemplo, pudimos haber aprendido a amenazar personas en lugar de negociar con ellas cuando nuestros planes se frustran. Pudimos haber aprendido a buscar alguna sustancia o alcohol cuando estamos estresados, en lugar de relajarnos y despejarnos.
El condicionamiento no es ni bueno ni malo per se, solo es una forma en la que el cerebro aprende. Puede volverse un problema cuando refuerza patrones de respuesta que poco ayudan porque los graba en nuestros circuitos cerebrales. Esto es lo que hace que a veces sea menos fáciles de cambiar. Si usualmente nos ponemos ansiosos antes de una evaluación o antes de hablar en público, esa ansiedad tiende a volverse peor con el tiempo. Si hemos tenido dificultades para tomar decisiones importantes en el pasado, como casarse, mudarse de casa, cambiar de ciudad, etc. es muy probable que la siguiente gran decisión también nos cueste trabajo. Si fuimos testigos de nuestros padres saliéndose del cuarto en silencio guardándose el enojo como su forma de manejar el conflicto, es probable que cuando estemos bajo estrés, salirnos del cuarto en silencio guardándonos nuestro enojo sea también nuestra manera automática de manejar el conflicto.
Pan con lo mismo
Usualmente una sola vez no hace al hábito. ¿O tú crees que con una vez que vayas al gimnasio vas a salir bien mamey? Es la repetición la que refuerza esas rutas neuronales, o neurorutas, reforzando nuestros aprendizajes. El reforzamiento de esas rutas puede hacer menos fácil que respondamos a nuevas experiencias de manera diferente Cuando nuestras estrategias se vuelven muy rígidas no nos ayudan mucho y es cuando nos encontramos atorados. Cuando estamos atorados nuestra flexibilidad de respuesta se contrae y ¡zaz! Es cuando tenemos como decimos en México: pan con lo mismo. Aunque ya estemos hartos de las donas de chocolate y quisiéramos probar una concha o un chocolatín, es la que conocemos, es la opción que ya nos sabemos y terminamos pidiéndola. Nos empezamos a volver rígidos en cómo respondemos ante la vida y terminamos pidiendo “donas” para todo, aunque lo que necesitemos en ese momento sea un abrazo.
Esa rigidez puede llegar a ser muy limitante. Podemos sentirnos inefectivos, miserables y vulnerables cuando respondemos con nuestras “donas” ante las adversidades de la vida. Podemos contenernos y ceder nuestro lugar, podemos dejar de perseverar o dejar nuestras necesidades a un lado. Podemos evitar abrir algunos análisis médicos por miedo a los resultados, o incluso podemos evitar hacernos esos análisis, aun sabiendo que son necesarios. Cuando estos patrones se instalan desde muy temprana edad, pueden llegar a cambiar el desarrollo mismo del cerebro. Para recuperar nuestra resiliencia y desaprender esos hábitos que poco ayudan, necesitamos herramientas para reconfigurar el “cableado cerebral”.
No eres tú, son los circuitos cerebrales
Cuando sabemos cómo funciona y se desarrolla nuestro cerebro todo cambia, pues como a mí me sucedió, podemos perdonarnos por intentos fallidos de cambio de hábitos o patrones que ya estaban establecidos. Darte cuenta que se fijaron por ciertas experiencias que tuviste en tu vida es muy liberador. Y saber que desaprender esas formas de responder es posible es aun más liberador. ¡Sí, hay algo más que las donas!
Tú no eres tus respuestas aprendidas
Hoy sabemos que aun cuando nuestras experiencias de infancia fundaron los cimientos de nuestro cableado cerebral, también sabemos que gracias a otra maravilla de tu cerebro, la neuroplasticidad, podemos “recablear” y reconfigurar esos circuitos DELIBERADAMANETE y a cualquier edad para responder de manera diferente y con mayor resiliencia a esos retos que invariablemente la vida nos pone a todos.
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