Autocompasión férrea: lo que requiere la mujer actual
La compasión no siempre es suave y gentil, a veces implica actuar de forma férrea y contundente.
Foto de Monstera en Pexels
ESCÚCHALO EN PODCAST
En estos tiempos inciertos que vivimos de polarización social y de movimientos que aspiran a dar voz a situaciones de injusticia, indiferencia o inequidad, las mujeres se enfrentan a estructuras y sistemas que en muchas ocasiones no las escuchan cuando alzan la voz. Menos si esa voz lleva enojo. Cuando las mujeres encuentran dolor o sufrimiento pareciera que se esperara de ellas una respuesta “blandita”, casi de ternura y sumisión para ser escuchadas. Pero según Kristin Neff, con quien estoy totalmente de acuerdo, lo que hoy necesitan es una respuesta distinta: autocompasión férrea.
La autocompasión es el reconocer el sufrimiento propio y hacer algo para aliviarlo
La compasión está enfocada en reconocer y aliviar el sufrimiento. Puede ser suave pero también férrea. Contiene el “yin” y el “yang” al mismo tiempo. Piensa en una madre que le canta con toda ternura a su bebé y que también actúa de forma enérgica para protegerlo. Kristin Neff, quien es una autoridad en el tema de la autocompasión, o sea el reconocer el sufrimiento propio y hacer algo para aliviarlo, menciona que los ideales femeninos necesitan incluir la ira y la resolución para ir más allá del dominio masculino y marcar la diferencia en los problemas que enfrenta nuestro mundo hoy.
Lee aquí: ¿Cómo ser resiliente? Practica la Autocompasión
El “yin” y “yang” de la autocompasión
Neff menciona que hay tres componentes de la autocompasión: Amabilidad con uno mismo/ una misma; humanidad compartida y mindfulness o conciencia plena del sufrimiento. Estos se manifiestan en el “yin” de la autocompasión como un estar presente conectado y amoroso. Ser amable con uno mismo/una misma cuando se está pasándola mal puede parecer evidente, aunque en muchas ocasiones, no actuamos así. La humanidad compartida involucra reconocer que el sufrimiento es inherente a la condición humana y por lo tanto todos, todas lo vivimos. La conciencia plena nos permite estar presentes con nosotros mismos, mismas y validar nuestro dolor, aceptando lo que es. Cuando abordamos nuestro dolor de esta manera comenzamos a transformarlo y a sanar. Y te puedo decir por experiencia propia que funciona y por ello lo he incorporado a mi terapia.
Ojo, la autocompasión también tiene su contraparte “yang”, la parte activa, mostrándose como una verdad férrea y empoderada. Desde este lado la amabilidad hacia uno mismo quiere decir que nos protegemos de forma enérgica. Esto quiere decir alzar la voz y decir “NO” cuando hay que hacerlo, algo que en nuestra cultura mexicana pareciera poco común. La humanidad compartida nos ayuda a reconocer que no estamos solos, solas; que no necesitamos agachar la cabeza. Podemos compartir con los demás la experiencia tener heridas, sanarlas y fortalecernos al hacerlo. La conciencia plena se manifiesta al reconocer lo que es, aun si eso no nos gusta. Con esta última dejamos de evitar ver o hablar para no mover el barco. Peeeero como dice Neff: “¡El barco tiene que ser sacudido!”
Ni sumisión ni agresión
En palabras de la investigadora, cuando sostenemos nuestro dolor con una verdad férrea y empoderada es posible alzar la voz y contar tu historia, protegerte a ti misma y a otros de ser heridos. En el componente “yin” de la autocompasión, lo que sucede es que te sostienes con total aceptación y cariño de ti para ti, validando, sanando y apapachando ese dolor para que puedas tolerarlo sin sentirte desbordada por él. Con el componente “yang” actúas allá afuera en la vida para cuidarte a ti misma, darte lo que tú necesitas y motivar el cambio para alcanzar tu potencial.
Las investigaciones sobre el tema sostienen que ambos aspectos de la autocompasión traen beneficios a tu bienestar al permitirte estar contigo misma de una forma cariñosa (yin) pero también al tomar acción (yang) para apoyarte y salir adelante. Créeme, es complejo sentirte bien cuando el verdugo interno suelta su látigo para machacarnos tratándonos mal internamente. Ya pasé por ahí. A eso se refiere tratarse a sí mismo con amabilidad radical y cariño. No en vano el componente “yin” de la autocompasión reduce la ansiedad y depresión1 al remplazar el juicio a sí mismo por auto aceptación.
Cuando nos sanamos y apapachamos en medio de emociones turbulentas, paramos la espiral descendente que en ocasiones nos arrastra a la vergüenza y al sentimiento de ser inadecuados/ inadecuadas, algo que puede descarrilar nuestra resiliencia. En su lugar darnos ese cuidado y cariño que necesitamos cuando la estamos pasando mal nos lleva a mayores niveles de felicidad y satisfacción con nuestra propia vida2.
Por su parte el componente “yang” de la autocompasión nos permite afrontar proactivamente los retos y las olas de la vida, sin importar se es un conflicto laboral o familiar, un divorcio, separación, una enfermedad, etc. O sea, practicar autocompasión nos hace más resilientes. El componente “yang” de la autocompasión nos motiva a seguir adelante a pesar de las adversidades, las caídas y los atorones de la vida. Ahora seguro te estarás preguntando si es posible equilibrar esa ternura con la fiereza. ¡Pues que crees? ¡Que sí!
Lee aquí: La resiliencia: el arma secreta de la mujer
Yin yang en equilibrio
Los roles tradicionales que se le han asignado a la mujer le permiten acoger ese “yin”, no así a los hombres pues si mostramos vulnerabilidad alguna palabra que empieza con “p” viene a la mente. Sin embargo, si una mujer tiene demasiado “yang” la cosa cambia. Cuando se enoja otras personas pueden asustarse y llamarla ruda, neurótica, machorra, etc. En cambio a los hombres se nos permite abiertamente desplegar esa parte “yang”. Los movimientos feministas que han ganado mucha fuerza en años recientes podrían percibirse como la demostración colectiva del “yang” femenino, en el que las mujeres alzan la voz para protegerse a sí mismas, a las demás mujeres y a sus hijos.
Como todo aspecto en la vida es necesario un equilibrio saludable. Cuando una mujer tiene mucho “yin” sin “yang” continuará siendo callada, abusada, seguirán pasando sobre ella y no tendrá acceso a su poder personal. Si en cambio tiene “yang” sin “yin” corre el riesgo de actuar con aires de superioridad, olvidando la humanidad de los demás e incluso satanizando al hombre. Tal como un árbol, todos los seres humanos necesitamos raíces y troncos firmes, pero ramas flexibles para conectar SALUDABLEMENTE con los demás, porque pertenecemos a un todo: la humanidad, hombres y mujeres. Sin amor en el corazón solo se perpetuará el ciclo de odio pero se necesita esa fiereza para evitar que las cosas sigan un camino doloroso.
Lee aquí: Neuroplasticidad: más allá de las diferencias del cerebro del hombre y la mujer
La revolución está dentro
Sí, es cierto, hay momentos que el “yang” se sobrepone y terminamos haciendo o diciendo cosas que lastiman a otros. El reto aquí es integrar ambas energías necesarias para vivir en armonía con las demás mujeres y los demás hombres sobre este planeta. Templar la dulzura con el acero. Sí, es necesario que los sistemas que rigen nuestra sociedad cambien. Pero como una maestra que tuve en mi primer entrenamiento terapéutico dijo en un taller mientras se tocaba el corazón: “La revolución empieza aquí adentro”.
Y ahora es el tiempo de hacerlo.
Puedo acompañarte si lo deseas.
Únete al Canal de Neuroresiliencia en Telegram y recibe mis publicaciones.
Referencias:
1.- MacBeth, A. & Gumleya, Andrew. (2012). Exploring compassion: A meta-analysis of the association between self-compassionand psychopathology. Clinical Psychology review, 32, 545-552.
2.- Neff, K; Rudea, S. & Kirkpatrick, K. ( 2007 ). An examination of self-compassion in relation to positive psychological functioning and personality traits. Journal of Research in Personality, 41, 908–916.